El brunch pasa por ser algo ultramoderno, cuqui a más no poder, pero su origen está en la Inglaterra del siglo XIX. Imagina esos vestidos de mangas abullonadas y polisones, sombreros, tocados y abanicos. Pues en ese contexto, el final de la Era Victoriana, nació el brunch, combinando las palabras lunch (almuerzo) y breakfast (desayuno) para denominar un batiburrillo de platos salados y dulces servidos como un desayuno tardío o una comida tempranera.
Aunque los orígenes del brunch tienen distintas interpretaciones, quedó definido en Brunch, A Plea, el ensayo que escribió Guy Beringer –periodista y autor británico– en 1895 y que puedes leer aquí*. El bueno de Beringer proponía mezclar las bebidas y comidas ligeras del desayuno con las más contundentes del almuerzo para comenzar una comida sobre las 12:30 del mediodía del fin de semana. Un desayuno-almuerzo que definía como "alegre y sociable, que te pone de buen humor y te hace sentir satisfecho". «Brunch is cheerful, sociable and inciting», decía: el brunch es alegre, sociable y excitante.
A mí, esto de brunch –que he practicado menos de lo que me hubiera gustado–, me ha parecido siempre una idea genial. Lo he preparado en mi casa con amigos el día después de una boda. Lo he comido fuera de casa antes de empezar un viaje de vuelta con pocas posibilidades ni ganas de parar a comer en camino. Alguna vez solo por placer con amigas.
¿Un brunch crockpotero? ¡Claro que sí!
Nunca se me había ocurrido que se podría preparar un brunch a partir del recetario de Crockpotting. Pero esta mañana, tras conseguir que el cornbread me quedara como yo quería después de cuatro pruebas, me ha venido la idea a la cabeza: "Esto es totalmente bruncheable". Me he venido arriba y he buscado en el desván de Crockpotting otras recetas para montar el fiestón.
Seguro que hay muchas más recetas en Crockpotting que se pueden incluir en esta comida perezosa y abundante de fin de semana. Puedes buscar y seleccionarlas bicheando en las categorías. Yo te ofrezco mi selección, esos platos que no dejaría pasar a la hora de diseñar un brunch perfecto preparado en slow cooker. Escoge los que más te apetezcan y disfruta.
El imprescindible huevo benedictino
Un brunch que se precie no puede dejar de incluir unos huevos Benedict o benedictinos. Para eso tenemos la receta de salsa holandesa, que se hace en la olla lenta sin que te des ni cuenta. Lemuel Benedict era otro pillastre –como Beringer– que creó esta delicia como remedio o comida para la resaca. Una base de pan tostado, huevo escalfado, jamón cocido y salsa holandesa encima. Puedes variar y usar bacón pasado por la plancha o salmón ahumado.
Escalfa los huevos con el método más fácil: hierve agua con un chorro de vinagre. Casca un huevo en un bol. Cuando el agua hierva, apaga el fuego, vierte el huevo con cuidado, pon la tapa y cuenta tres minutos. Sácalo con una espumadera y ya está listo para montar la marimorena.
Algo para beber
Algo habrá que beber, ¿no? No puede faltar el café –si no te va, puedes hacer té– y la receta del cold brew coffe ligeramente hot es comodísima para tenerlo preparado sin manejar cafeteras a última hora. Para inviernos en los que apetece una bebida caliente y potente, el chocolate caliente a la canela es una buena opción. Tanto en verano como en invierno, la bebida de manzana es un excelente trago para pasar tanta cosa rica. Si quieres ponerte a tope de exotismo, haz un golden milk, te darán el carnet cuqui de inmediato.
Panes salados para tu brunch
La mezcla de dulce y salado funciona muy bien en el brunch. El cornbread parece un bizcocho pero es salado y con un sabor inconfundible, suculento. Úntalo con mantequilla a temperatura ambiente, tuéstalo ligeramente o acompáñalo con salsa o mermelada de tomate. El bizcocho salado de brie, bacón y aceitunas también es otra buena opción. ¿También quieres hacer el pan? Prepara el pan dormido de víspera, córtalo en rebanadas y espera a que desaparezca bocado tras bocado.
Algo dulce para untar
Esos panes piden a gritos que los cubran con cosas ricas y untuosas. Puedes escoger cualquier mermelada del recetario, pero te dejo aquí mis debilidades mermeladeras: la mermelada de albaricoque, la mermelada de naranja amarga y el increíble apple butter. Todas se pueden preparar con mucha antelación, para que solo tengas que abrir el tarro y pasarlo a un recipiente para servir. ¿Quieres algo tremendamente gocho? La mermelada de bacon cubrirá esas expectativas.
Bocados dulces de brunch
Que en un brunch asome una tarta o un bizcocho te abre el cielo. En la web hay muchas recetas bruncheables, pero te dejo mi selección de cosas gochitas con las que alegarte el día. El carrot cake no puede faltar. Es casi terapéutico. Hazlo. La tarta Tatin también se las trae. Con su fruta y su masa crujiente. Si no haces el carrot cake, haz la Tatin. El pudin de pan, chocolate y naranja es riquísimo, de aprovechamiento y facilísimo de hacer. A mí me encanta caliente, recién hecho.
Un bol de yogur con granola
Un pequeño bol de yogur griego con fruta fresca y/o granola alegra cualquier brunch. Escoge la fruta de temporada más sabrosa, córtala en trozos y ponla en un bol para que cada uno se sirva a discreción. El yogur y la granola se pueden hacer con días de antelación para que solo tengas que sacarlos de sus envases y servirlos.
Bocados frescos
No olvides algo fresco y salado para acompañar. Puede ser una ensalada de patatas, hinojo y hierbas, un hummus para comer con pan plano o unos rillettes de salmón. Todos se pueden tener preparados previamente: para la ensalada solo habrá que preparar los vegetales al momento y mezclarlos con las patatas cocidas, frías y cortadas.
Algo salado
Prepara uno de estos platos salados ligeros: el vitello tonnato, el roast beef, el lomo de orza o el fiambre de pechuga de pavo. Sírvelos cortados en lonchas finas. El coronation chicken sobre tostadas o muffins es un plato imbatible. Estos tres pasteles salados para solo cortar y comer son una locura: tatin de peras, endivias y gorgonzola, quiche lorraine y pastel de puerros. ¡Buen provecho!
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