Al principio parece una recomendación imposible de seguir: no abras la tapa de la Crock Pot o alargarás en media hora la cocción. Sí, vale, lo intentaré pero... es que allí dentro pasan cosas, hay un lomo de cerdo dándose una sauna con unas zanahorias y unas cebollas y no quiero perderme la fiesta. Que soy cotilla por naturaleza, como todos, que no puedo pasar seis horas ¡SEIS! sin saber qué vida llevan esas lentejas que huelen que alimentan pero, ¿qué cara tendrán después de tanto relax?
Los que tenemos un slow cooker de tapa opaca sabemos de lo que hablamos. En el mercado hay modelos con tapas transparentes, pero nosotros vivimos al límite y nos hemos decidido por una Crock Pot antipaparazzi. También es verdad que los de la tapa transparente, por mucho que se pavoneen delante de nosotros, tienen sus más y sus menos con el vapor, ese pequeño cabroncete que no deja ver con nitidez las carrilleras y que les obliga a estar dando golpecitos y giros de muñeca para que caigan los goterones y se haga la luz.
Pero en realidad, si nuestra receta no exige dar la vuelta cada cierto tiempo, ¿qué queremos ver? ¿Por qué no nos concentramos en ese momento cumbre en el que, tras horas de oler y escuchar un leve chup chup, por fin tenemos los permisos sellados y podemos abrir la tapa?
Cuando dejo un cocido cocinando en la Crock Pot durante la noche, a la mañana siguiente soy como una niña el día de Reyes: ¿qué habrá? ¿Qué pinta tendrá? ¿Cómo estará? La respuesta es siempre la misma: cocido, una pinta estupenda, está macanudo. Así que me he educado y ya apenas abro la tapa durante la cocción. Bueno, a veces un poco, cuando ando corta de voluntad, pero no se lo contéis a nadie.
Imagen de Doug en Flickr
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